martes, 15 de febrero de 2011

EDUCACIÓN EMOCIONAL

AUTORA: LIC. EDITH SEGUNDA OLIVARES MANRIQUE
MAESTRÍA EN DOCENCIA UNIVERSITARIA- AULA 504
        
La educación emocional es una innovación educativa justificada en las necesidades sociales. La finalidad de esta innovación es el desarrollo de competencias emocionales que contribuyan a un mejor bienestar personal y social, a un mejor conocimiento de las propias emociones y del dominio del vocabulario emocional, para evitar el aumento de  comportamientos de riesgos como son: baja autoestima, depresión, estrés, violencia, delincuencia, anorexia, sida, suicidio, consumo de drogas, conducta sexual no protegida, etc. La presión del grupo puede causar excesos si la escuela, la familia y la comunidad fallan en potenciar el desarrollo de comportamientos saludables.
Los factores de riesgos se pueden agrupar en cinco categorías: individuo, familia, grupo, escuela y comunidad. Los relacionados con las características individuales incluyen: discapacidades constitucionales, retrasos en el desarrollo, dificultades emocionales y comportamientos problemáticos precoces. Los factores familiares incluyen psicopatologías familiares, tensión marital, conflictos entre los miembros de la familia, desorganización en la estructura familiar, estatus socio-económico bajo, familia numerosa, lazos inseguros con los padres, supervisión inapropiada, severidad, inconsistencias de los padres. Interacciones problemáticas con el grupo: rechazo de los compañeros, presión negativa del grupo y modelos negativos de los iguales. Factores de riesgo de la escuela: fracaso escolar, descontento. Factores de riesgo de la comunidad: desorganización social, delincuencia, accesibilidad a armas, desempleo, violencia, consumo de drogas.
Existe un conjunto de factores protectores que se relacionan con la disminución de múltiples factores de riesgo, estos factores protectores se agrupan en dos categorías: personales y ambientales. Las características personales del joven que sirven de factores preventivos son: competencias sociales y emocionales. Los factores ambientales que aportan un contexto de apoyo y favorecen el desarrollo social y emocional del joven son: compromiso fuerte con un adulto, comportamiento apropiado de los padres, implicación en organizaciones constructivas, actividades sociales y acceso a buenas escuelas.
La educación emocional no sólo consiste en prevenir sino también en construir bienestar. Está comprobado que los jóvenes que experimentan un mayor bienestar personal no presentan comportamientos de riesgo y, generalmente, mantienen buena salud, buen rendimiento académico, cuidan de sí mismo y de los demás, superan adversidades, etc.
La identificación de los factores de riesgo y de los factores protectores tiene importantes implicaciones para la educación emocional: 1) el marco teórico para la prevención efectiva y el desarrollo de competencias socio-emocionales debe centrarse en la disminución de los factores de riesgo y en la potenciación de los factores protectores. 2) de esta forma, un mismo programa puede incidir en múltiples aspectos, y no limitarse a un solo comportamiento problemático (violencia, consumo de drogas, sida, etc.). 3) La prevención efectiva y el desarrollo de competencias emocionales debería incluir intervenciones centradas no solo en el individuo, sino también en los múltiples contextos en los que interviene (familia, iguales, escuela, comunidad). 4) Las competencias socio-emocionales son factores protectores para una variedad de comportamientos ajustados y su desarrollo debe enfocarse en programas comprensivos.
La competencia emocional es un constructo amplio que incluye diversos procesos y provoca una variedad de consecuencias. Se puede entender la competencia emocional como el conjunto de conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes necesarias para comprender, expresar y regular de forma apropiada los fenómenos emocionales.
Entre las competencias emocionales se pueden distinguir dos grandes bloques: a) capacidades de autorreflexión (inteligencia intrapersonal): identificar las propias emociones y regularlas de forma apropiada; b) habilidad de reconocer lo que los demás están pensando y sintiendo (inteligencia interpersonal): habilidades sociales, empatía, captar la comunicación no verbal, etc.
Algunos autores (Salovey y Sluyter, 1997: 11) han identificado cinco dimensiones básicas en las competencias emocionales: cooperación, asertividad, responsabilidad, empatía, autocontrol. Este marco es coherente con el concepto de inteligencia emocional: autoconciencia emocional, manejo de las emociones, automotivación, empatía, habilidades sociales. La importancia de la educación emocional es ser eje vertebral de la convivencia. Estrechamente vinculada a la salud mental y a la calidad de vida, la educación emocional emerge como un aspecto imprescindible para afrontar los profundos cambios estructurales y sociales que se producen. Repensar la educación desde estos parámetros es – como señala el Informe Delors – una utopía necesaria.
Tradicionalmente la escuela se ha centrado en los aspectos cognitivos priorizando los aprendizajes científicos y técnicos, dejando de lado el conocimiento de las personas; no se ha “entretenido” en reflexionar sobre los sentimientos y las emociones. Como contrapunto, las aportaciones científicas actuales destacan la vinculación entre las emociones y el pensamiento como base de toda actividad humana. Por tanto se hace necesario un replanteamiento serio sobre este tema.
El Informe Delors (UNESCO 1998) afirma que la educación emocional es un complemento indispensable en el desarrollo cognitivo y una herramienta fundamental de prevención, ya que muchos problemas tienen su origen en el ámbito emocional. Este informe fundamenta la educación del siglo XXI en cuatro ejes básicos que denomina los cuatro pilares de la educación: (1) Aprender a conocer y aprender a aprender para aprovechar las posibilidades que ofrece la educación a lo largo de toda la vida, (2) aprender a hacer para capacitar a la persona para afrontar muchas y diversas situaciones, (3) aprender a ser, para obrar con autonomía, juicio y responsabilidad personal, y (4) aprender a convivir, a trabajar en proyectos comunes y a gestionar los conflictos. La práctica educativa se ha centrado en el primer pilar en menor medida en el segundo: los dos últimos han estado ausentes, los cuales tiene mucho en común con la educación emocional.
En la práctica docente nos lamentamos de la poca motivación de los alumnos y del aumento de los comportamientos de riesgo. Lo atribuimos a la realidad cambiante de la sociedad, a la crisis de valores, a la disgregación del sistema familiar, a la influencia de los medios de comunicación de masas... Muchos de estos problemas serían mayoritariamente consecuencia del escaso conocimiento emocional que poseemos de nosotros mismos y de los que nos rodean.
Sabemos que gran parte del fracaso escolar de los alumnos no es atribuible a una falta de capacidad intelectual, sino a dificultades asociadas a experiencias emocionalmente negativas que se expresan en comportamientos problemáticos, conflictos interpersonales, etc. Los estudios indican que entre un 10 y un 25 por ciento de los escolares son víctimas o participan en actos de maltrato hacia los compañeros; son conductas abusivas, intimidadoras y humillantes, a menudo hacia los individuos socialmente más débiles. Este fenómeno se conoce con el término anglosajón de “bullying”.
Enseñar y aprender a convivir, en definitiva, es trabajar para mejorar la convivencia en los centros. Dicho así puede parecer algo muy gordo, complejo e inabarcable. ¿Cómo arrancar? ¿Por dónde empezar? No nos agobiemos. Hay programas muy estructurados que nos pueden orientar. Sólo se trata de empezar y continuar caminando en esta línea.
Fomentar una afectividad positiva y una actitud moral respetuosa y justa entre compañeros es posible si (1) la convivencia se gestiona de forma democrática, (2) se trabaja en grupos cooperativos y (3) se introduce en el currículum la educación emocional, la educación en valores, la gestión de los conflictos. Los programas globales de convivencia más eficaces actúan de manera simultánea en estos tres ámbitos interrelacionados.

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